lunes, julio 02, 2007

TIEMPO LIMITE: ATAQUE CEREBROVASCULAR

Domingo 01 de Julio de 2007 Viva Clarín 68


El ataque cerebrovascular es la segunda causa de muerte en el mundo. Se vincula con la hipertensión, la obesidad y el tabaquismo, pero puede darse en personas sanas.

La consulta inmediata ante los síntomas puede cambiar el pronóstico. "Tiempo es cerebro" Así definen los médicos dedicados a las neurociencias la importancia de una consulta inmediata cuando aparecen los síntomas de una enfermedad muy frecuente pero que pocos pueden reconocer: el ataque cerebrovascular. "Tiempo es cerebro", repiten, cuando precisan que en las primeras seis horas de producido el accidente cerebrovascular (ACV) se define el pronóstico del paciente afectado por una patología que es de alta mortalidad –dos de cada diez personas que sufren este tipo de lesión no sobreviven– o deja secuelas neurológicas importantes y muchas veces invalidantes.


"Tiempo es cerebro" significa que cada minuto que pasa se van muriendo neuronas.


La enfermedad cerebrovascular es la segunda causa de muerte en el mundo y se calcula que en nuestro país se producen alrededor de 100.000 nuevos episodios por año. Ataque, accidente o stroke (la denominación en inglés) son sinónimos de una afección que se desencadena por una alteración en la circulación sanguínea cerebral, ya sea porque una arteria se tapa y ocasiona un infarto cerebral (o isquemia) o se rompe y provoca una hemorragia.

Como consecuencia del bloqueo o rotura, el cerebro no recibe el aporte de oxígeno y las neuronas, después de un determinado tiempo, dejan de funcionar causando un daño cerebral. De estos dos grupos, el más frecuente es el infarto. Cada 100 pacientes que tienen un ACV, 80 son isquémicos y 20, hemorragias cerebrales.

Ante un fuerte dolor en el pecho, nadie dudaría en dirigirse a un cardiólogo o una guardia médica. Los síntomas del accidente cerebral también a veces son reconocidos por los pacientes, pero no como causa de un evento cerebral. "Si una persona tiene problemas para hablar o entender, si se le nubla la vista, se le duerme un brazo o mueve con dificultad las extremidades, puede estar sufriendo un ataque cerebrovascular.

La gente desconoce esto y probablemente se vaya a dormir en lugar de consultar en el acto", explica Raúl Rey, profesor en neurología de la UBA y jefe de Enfermedades Cerebrovasculares del Hospital Ramos Mejía.

Eso hizo Rubén Couyoupetrou (52). Asistía a un curso, y repentinamente se le cayó la birome de la mano. Cuando intentó levantarla, su brazo no le respondía. Fue al baño, se miró en el espejo y vio que su cara se desplazaba hacia un costado.

"Llegué a casa y le dije a mi mujer: `Me siento mal’. Y me acosté", rememora. Los síntomas estaban ahí a la mañana siguiente.

Decidió ir a una clínica, de la que regresó luego de 15 días de internación, con secuelas en la movilidad del brazo y trastornos en el habla. El estrés le había producido una suba de presión, origen del ataque cerebral. El movimiento del brazo lo recuperó rápidamente; la palabra, más despacio. "¿Me podés repetir?", era la frase que escuchaba a menudo. "Te sentís mal, sos consciente de lo que está pasando", recuerda. A diez años, ya restablecido, sigue haciendo los deberes: caminatas, medicación antihipertensiva y dieta equilibrada. "O abrís los ojos o te volvés a caer", sintetiza.

ENEMIGOS INTIMOS
Aunque puede presentarse en pacientes con buen estado de salud, el ACV suele ser el resultado de una enfermedad de años. La hipertensión arterial, el tabaquismo, el colesterol alto, la obesidad y la vida sedentaria son los factores de riesgo, que, al igual que en la enfermedad coronaria, predisponen a padecer un episodio. "Una persona hipertensa tiene 20 veces más posibilidades de sufrir un ACV, porque con el correr de los años, sus arterias se van estrechando y se tapan o se rompen", explica Raúl Rey.

Amelia Melfi (62) lamenta haber desoído las señales de alerta. Sentía al caminar un gran dolor en las piernas y no vigilaba su presión. Una mañana, al despertarse llamó a su perrita, pero notó que no articulaba bien las palabras. Intentó levantarse, pero había perdido fuerza. Logró alcanzar el teléfono y llamar a su hija.

"Cuando llegué al hospital, el lado izquierdo no me respondía", evoca. Los análisis revelaron que tenía presión alta, colesterol, diabetes y arterias tapadas. Fue hace un año. Amelia habla sin dificultad y –rehabilitación mediante–, está volviendo a caminar, aunque aún no puede mover el brazo.

Rubén y Amelia comparten un temor frecuente: que suceda un nuevo episodio. "Para prevenir un nuevo ataque, la persona tiene que hacer cambios en su estilo de vida", indica Rey. Si bien la enfermedad afecta más a quienes rondan la quinta o sexta década, por el estrés está apareciendo en personas más jóvenes.

MUCHO POR HACER
"Ante un ataque cerebral, la gente piensa que no hay nada que hacer, porque durante años hubo cierto nihilismo terapéutico instalado en los médicos. Hoy las posibilidades son muchas, tanto en el transcurso del ataque, después del evento o para prevenir otros episodios", precisa el neurocirujano Pedro Lylyk, director del Equipo de Neurocirugía Endovascular y Radiología Intervencionista (ENERI).

El profesional destaca la trascendencia de los avances tecnológicos que –desde los primeros tomógrafos hasta la resonancia magnética– hoy permiten saber con gran definición qué está pasando en el cerebro y cómo actuar velozmente. "Si hay un hematoma, evacuarlo, y si falta sangre, destapar esa arteria para que no se lesionen las neuronas", resume.

El Instituto Médico ENERI presentó en febrero el primer simulador virtual en intervenciones endovasculares. Son computadoras que imitan el cuerpo humano, preparadas con software de patologías determinadas, que se emplean para entrenar a médicos.

"Esta simulación se inicia el año pasado. Como la institución es un centro de entrenamiento para Latinoamérica, el simulador nos permite preparar a médicos en técnicas específicas. Es una réplica en escala real y sin riesgos para el paciente", especifica Lylyk.

Sin embargo, faltan en el país sistemas de evacuación, helicópteros y ambulancias preparadas con tomógrafos, y no hay suficientes unidades de stroke, lugares físicos de cuidados homologables a las unidades coronarias. En el ámbito público sólo existe una en el Hospital Ramos Mejía. "En otros hospitales hay grupos especializados de médicos, pero no poseen un área de internación diferenciada", dice Raúl Rey.

Para Pedro Lylyk, es preciso también contar con médicos capacitados para la emergencia: "Cuando se tapa una arteria, la presión sube. Es una reacción fisiológica que ayuda a que llegue sangre por una vía colateral y que el cerebro no se termine de infartar". Aclara que, en ese caso, la presión alta es la consecuencia, no la causa de lo que está sucediendo. "En la mayoría de las guardias, tratan de bajarle la presión al paciente y empeoran su situación", dice, y puntualiza que "cuanto más sepan los médicos, mejor le va a ir a la gente".

VERDAD–CONSECUENCIA
Luego de 7 años, Margarita Pareja (60) recuerda la mañana de enero cuando se levantó y se puso a leer el diario. "Algo no andaba bien –cuenta–. Las letras tenían como agua. Estaba mareada y con la sensación de estar en otro lugar."

Ya en el sanatorio, le detectaron un pico de presión alta, algo que su salud desconocía.Salió del lugar horas después, con medicación y la orden para una resonancia magnética. Una semana más tarde, escuchó del médico: "Usted tuvo un derrame cerebral". Con lágrimas en los ojos, Margarita alcanzó a decir: "Y ahora, ¿qué?". Con el tiempo, pudo recuperarse totalmente.

"Mi historia es un milagro", dice.

Hoy, controla su presión, camina y hace gimnasia. Dedica sus días a la pintura, a pasear con sus nietos y a disfrutar de los amigos y la familia. "Siempre fui hiperactiva, pero tuve que aprender a parar. Trato de ser sensata, quiero vivir", concluye.Margarita fue afortunada. Cinco de cada diez pacientes que sufren un ataque cerebral quedan con secuelas motoras como la hemiplejía –parálisis en una parte del cuerpo–, trastornos en el habla, en la comprensión o cognitivos, entre las más frecuentes.

Estas consecuencias dependen de la extensión de la lesión y de su localización. Si está ubicada en una parte importante del cerebro, pequeñas lesiones pueden producir importantes secuelas.Es probable que el paciente no retorne a su vida laboral, con el impacto económico –es una enfermedad que tiene un alto costo médico– y emocional que eso produce en el paciente, la familia y la sociedad.Razones de más para prevenir antes que curar.

Fuente: Revista Viva (Diario Clarín)

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