miércoles, mayo 09, 2007

DIETA, DEPRESION Y ACIDOS OMEGA

Estudios recientes revelan que los niveles de ácidos grasos omega 3 aparecen siempre con valores reducidos en pacientes deprimidos

El estado de ánimo depende en gran medida del equilibrio de nutrientes que modulan los alimentos que ingerimos. Estudios científicos encaminados a relacionar dieta y salud mental revelan que no todo queda en vitaminas y minerales, sino que los ácidos grasos omega 3 desempeñan un papel más que importante en ese maridaje.

Incluso más allá de las formas, somos lo que comemos. A tenor de las investigaciones bioquímicas, nuestra personalidad no es sólo un conjuro genético sino que depende de la dotación de nutrientes con que equipamos el organismo a través de la dieta. Un metaanálisis de 500 ensayos científicos llevado a cabo en el Reino Unido por la Mental Health Foundation y la Sustained Alliance for Better Farming and Food ha permitido a la investigadora Courtney Van de Weyer apuntar que avanzamos hacia modelos dietéticos favorecedores de las depresiones.

La experta inglesa llegó a esta conclusión tras constatar el efecto de los cambios operados en los últimos 50 años sobre los alimentos que ingerimos: procesos industriales de elaboración y conservación, modificación de los piensos para ganado y de los abonos o pesticidas empleados en huertas y sembrados «están provocando que la cantidad y calidad de los ácidos grasos esenciales, los minerales y las vitaminas que todos consumimos se haya visto alterada en gran medida», según la autora.

Van de Weyer concede una importancia capital a la progresiva sustitución de ácidos grasos omega-3 por omega-6. «Por medio de esta sutil transformación nos vemos expuestos a mayores problemas de memoria y concentración», volviéndonos más susceptibles a los estados depresivos, la apatía y la dificultad para la relajación (insomnio). La experta reconoce que los criterios dietéticos para una mente sana son los mismos que rigen para un cuerpo sano. «Lo que ocurre es que durante muchos años hemos venido sustituyendo los alimentos frescos comprados en paradas de mercado o recolectados en huertas y jardines por productos envasados o congelados de grandes almacenes», señala. En el contenido de estos productos, agrega, figuran aditivos, residuos de pesticidas y translípidos que, solos o en combinación, tienen un impacto en la función cerebral.

Abismo generacional

El meta-análisis asegura que este decalaje es particularmente más acentuado en las nuevas generaciones: «Sólo un 30% de los adolescentes británicos admite consumir por lo menos una comida elaborada con productos frescos al día, por un 50% entre los mayores de 65 años», puede leerse en sus conclusiones.

Celia Richardson, portavoz de la Mental Health Foundation, afirma en tono irónico que la transformación dietética que se está registrando tiene, por lo menos, un lado positivo: «las prescripciones de antidepresivos han crecido un 2.000 % durante los últimos 12 años», dice lacónica.

A sabiendas de que de una mala salud mental derivan múltiples problemas laborales y de salud, con un coste sanitario nada despreciable, el Gobierno británico se ha hecho eco del metaanálisis con un proyecto que pretende proscribir la propaganda de comida no saludable dirigida a niños y adolescentes, toda vez que promocionar los hábitos sanos. Asimismo, el Ministerio del Interior ha dado el visto bueno a un ensayo llevado a cabo con jóvenes presidiarios a fin de indagar en los efectos de una dieta rica en ácidos grasos omega-3 del pescado sobre la conducta antisocial. Richardson apoya este intento con la evidencia de estudios anteriores que revelaron que una terapia a base de fármacos suplementada con triptófano, un aminoácido, facilitaba una mejor recuperación en los estados depresivos.

Otra hipótesis sobre la que se trabaja es el papel del ácido fólico sobre la depresión. Un estudio publicado hace dos años por American Journal of Clinical Nutrition dio cuenta de niveles muy bajos de folatos en mujeres hispanas deprimidas y de cómo el estado depresivo mejoró con la suplementación de ácido fólico.

El papel de los omega 3

Por su parte, en EEUU los psiquiatras prestan cada vez mayor atención al potencial de los ácidos grasos omega 3 sobre la depresión. Al igual que los investigadores del metaanálisis británico, Marlene Freeman, de la Universidad de Tucson, Arizona, sostiene que los ácidos grasos omega 6 de semillas vegetales han venido sustituyendo los últimos años a los omega 3 en las dietas al uso de occidente. La psiquiatra estadounidense vincula este hallazgo al hecho de que los niveles de ácidos grasos omega 3 aparezcan siempre con valores mínimos en los pacientes deprimidos.

«Los ácidos grasos poliinsaturados desempeñan un papel de extraordinaria importancia en las funciones cerebrales, no sólo como componentes estructurales de las células nerviosas, sino como transmisores de señales químicas entre las neuronas», señala experta estadounidense. El feto, añade la investigadora, requiere gran cantidad de ácidos grasos omega 3 y omega 6 a lo largo de los últimos meses de embarazo. Por ello, apunta a la necesidad de que las futuras madres tengan en cuenta dicho requerimiento.

Freeman va incluso más allá y sugiere que la conocida depresión post-parto acontece por un agotamiento de las reservas de ácidos grasos omega 3 de la madre y que se solventa tan buen punto son remplazados. «Datos estadísticos revelan que entre un 10% y un 15% de las embarazadas padecen rasgos depresivos al término de la gestación y que la mitad repite sistemáticamente este tipo de depresión en sucesivos partos», apostilla. Estudios realizados sobre estas mujeres señalan un menor nivel de ácidos omega 3.

Fuente: Consumer.es

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